“El laboral está de moda”. Así, con esta frase, nos bombardean propios y extraños a quienes nos dedicamos a esta apasionante rama del Derecho y al asesoramiento en dicha materia en asesorías y despachos profesionales. Pero, realmente, ¿damos al laboral la importancia que se merece? La respuesta es clara: NO. Veamos por qué.
En cualquier asesoría de empresas podemos encontrar, diferenciados, aunque con matices, departamentos como el fiscal, el laboral, contabilidad, jurídico… Obviamente, en función del tamaño del despacho y de la plantilla esto se difumina o se acentúa. En todo caso, a la hora de facturar por los servicios prestados, existe una práctica generalizada (habrá honrosas excepciones), que consiste en que la facturación por el servicio prestado en la rama laboral suele estar bastante alejada por abajo, de la de cualquier otra de las ramas o servicios que prestan los despachos profesionales o asesorías.
Expresiones como “Hacienda somos todos” han contribuido a que el imaginario colectivo sobre la gestión de impuestos y la llevanza de la contabilidad y libros actualizados sea una tarea fundamental que se prefiere externalizar, de manera que “los sustos” o la posibilidad de tenerlos, se minimice. Pero ¿realmente somos conscientes de la magnitud de los problemas laborales versus los fiscales? Los números, los planes generales contables, los presupuestos, las facturas, nos pueden dar muchos dolores de cabeza. Pero dos más dos, siempre serán cuatro. Por el contrario, las personas somos absolutamente impredecibles.
No parece que seamos conscientes de que, todos los meses, tenemos que rendir cuentas con la Seguridad Social, Hacienda e indirectamente con Trabajo, mediante el pago de las cotizaciones con la elaboración de los seguros sociales, la retención en nóminas, el registro de jornada y otras actuaciones; no solemos ser conscientes de que, además de los plazos procesales, que nos afectan a todos, el no devolver una llamada a tiempo a un cliente que nos consulta sobre cómo proceder con un trabajador puede acarrear un problema que desemboque en los tribunales con una facilidad pasmosa y un final incierto.
Entonces, ¿por qué seguimos restando importancia al departamento de laboral, en detrimento de otros? La llevanza de un trabajador no es solo darle de alta, tramitar sus variaciones, sus nóminas y seguros sociales, sus bajas, calcular su retención fiscal, gestionar sus vacaciones, sus registros de jornada y evitar sanciones de los Organismos competentes, etc. Es gestionar, en cierto modo, su productividad.
Pero es que, además, “los números” no producen, no crean valor añadido, no deciden ausentarse del trabajo (porque no trabajan) sin causa justificada. “Los números” no bajan su rendimiento, ni reducen su jornada, no fichan al entrar o salir, no cobran a final de mes, no tributan ni cotizan, no asumen responsabilidades, no tienen problemas familiares ni de salud. Los laboralistas, somos personas que gestionamos personas para que “los números salgan”. Sin personas, no hay números. Sin números, sigue habiendo personas.
Hemos decidido, erróneamente que lo común, lo habitual, lo cotidiano, sean sinónimo de simpleza. Probablemente cualquiera de los que lean estas líneas habrán tenido alguna vez una nómina y habrá querido que se la expliquen y que se la calculen bien; habrá tenido una baja; probablemente muchas personas de las que lean esto tendrán hijos y querrán saber cómo les afecta a su trabajo, su jornada, su salario… Con mucha seguridad tendrán conocidos o serán perceptores de una pensión de jubilación o por Incapacidad. Habrán tenido trabajadores a su cargo, habrán tramitado prestaciones por desempleo, habrán perdido su trabajo, habrán cotizado… Pero muy pocos habrán sufrido una Inspección de Hacienda.
No debemos seguir maltratando la rama laboral como hasta ahora. Un departamento de laboral fuerte es garantía de éxito y, desde luego, de futuro. No se trata de restar importancia a nadie. Se trata de colocar en el lugar que se merece a una disciplina que, de no existir, dejaría sin objeto el día a día de las asesorías de este país.
El mercado (la oferta y la demanda) no puede suponer que la gestión de las personas y sus relaciones en las empresas se devalúen, a menos que estemos dispuesto a aceptar que las personas y su trabajo, también se devalúen. En pleno siglo XXI, los departamentos de laboral han demostrado estar a la altura, pero todavía hoy necesitan romper su techo de cristal. Necesitan un plan de igualdad. Necesitan un “salario mínimo interdepartamental”. Necesitan Justicia Social.
Autor: Ignacio Casas Pesquera