¿SON LOS ODS UNA MALDICIÓN O UNA OPORTUNIDAD?
La resistencia a los cambios es un fenómeno muy conocido, casi tanto como la idea de que el futuro de la empresa pasa por la interiorización del sentido de urgencia, por la apertura a la innovación y al cambio y por la asunción de compromisos con la sociedad y el conocimiento. En ese sentido, existe una visión negativa respecto a los ODS, que responde a la mirada estrecha del empresario de otra época. Los ODS plantean la idea de que una empresa sana necesita una sociedad sana en la que desarrollarse y ejercer su actividad. Por tanto, no puede considerarse que los ODS, que son – en buena medida – las nuevas reglas del juego, sean una maldición, una moda incómoda, un escenario transitorio, que el empresario solo puede esperar que acabe.
Los ODS han de ser vistos, muy al contrario, como un ecosistema de oportunidades. Ahora bien, ¿qué tipo de oportunidades?
Sin duda, oportunidades de mercado para quienes sean capaces de desarrollar, por ejemplo, tecnologías innovadoras que incrementen la eficiencia energética, las energías renovables, el almacenamiento de energía, los ‘edificios verdes’ o el transporte sostenible, también la reducción de las emisiones y los residuos, a través de la digitalización de los procesos, la incorporación de las empresas a nuevas áreas de trabajo como la salud, la educación, la energía, las finanzas, las TIC… todo ello desde la consciencia de la necesidad de colaborar en el gran reto global de redirigir los recursos de las inversiones públicas y privadas hacia los sectores más desfavorecidos de la población y el medio ambiente. Ello solo podrá redundar en el crecimiento de los mercados y en unas mayores facilidades para las empresas innovadoras, que desarrollan ideas sostenibles e inclusivas, a la hora de acceder a capital.
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